¡Sorpresa en las cascadas!
El pasado sábado 6 de febrero tuvimos la suerte de llevar a 70 niños del Orfanato Safe House de excursión a las Cataratas de Nantok Pacharoen National Park. La idea surgió pensando cómo emplear el donativo que me entregó una amiga cuando me despidió en el aeropuerto de Madrid para venir a Mae Sot. Y qué buena idea la de Rebeca de gestionar con la Directora del Orfanato Lindar el poderlo hacer con su ayuda, y con el resto de cuidadoras.
Es difícil describir cómo estaban esperando los niños, algunos ya montados en las furgos, cuando hemos llegado. Cargamos toda la comida, zumos y demás enseres y en menos de una hora llegamos al parque. Elegimos un sitio desde donde se pudiera ver bien a los niños justo en frente de la cascada, para extender las esterillas y plantar el campamento. Eso sí, todos han ayudado a transportar las cosas. A partir de ahí todo han sido juegos, risas,y caras de satisfacción. Primero un baño y la subida a lo alto de la cascada, y aunque algunos estaban tiritando de frío, les daba igual. Otros se han atrevido a salpicarme justo cuando me decidía a entrar yo también a chapotear en el agua. A pesar de todo el respeto con que te tratan no dejan de ser niños.
«Difícil es también explicar lo que he disfrutado allí viéndoles y sin parar de hacer fotos».
Después, y para que entraran en calor, han ido a vestirse y a jugar con los globos que llevó Rebeca. Así llegó la hora de la comida y, como si estuvieran en la escuela, formaron fila para con todo respeto hacia sus cuidadoras, acercarse a recoger su bolsita con el sticky rice y el pollo. ¡Con qué ganas han comido! ¡Y yo también! Los que vamos al monte sabemos lo rico que sabe el bocata de chorizo después de llegar a la cima, pues así me ha sabido a mí hoy el sticky rice.
Para terminar, después de comer, han sacado más globos y han recorrido por los juegos gimnásticos que tiene el parque. Un grupito de niñas que no me soltaban en ningún momento me hicieron pasar por todos. Y así ha terminado un día que creo recordaré toda mi vida. Con el agradecimiento de Lindar que yo traslado a Susi, porque lo que yo he disfrutado no tiene precio. Y con el convencimiento de cuanta alegría se puede traer con tan poco.
Pilar Martín-Vargas