Las lluvias monzónicas que comenzaron en julio han afectado a más de un 1 millón de personas y han dejado cerca de un centenar de muertos. Cientos de miles de hogares y campos de cultivo han sido diezmados, dejando a miles de personas atrapadas en aldeas remotas y la destrucción completa de sus medios de sustento ante las limitadas operaciones de socorro del gobierno de la antigua Birmania. Cuatro áreas en el centro y el oeste de Myanmar han sido declaradas zonas de desastre nacional, lo que indica la gravedad de los daños.

Es el monzón más agresivo después del ciclón Nargis que devastó la zona de la división Ayeyarwady en 2008 y acabó con la vida de más de 140.000 personas. En aquel momento gobernaba la cruel Junta Militar, la cual fue responsable de muchas de esas muertes puesto que, a pesar de contar con la información anticipada sobre la magnitud del ciclón, el gobierno no alertó a su población y, una vez hecho el destrozo, no permitió la entrada de ayuda humanitaria en la zona, negando a los supervivientes el abastecimiento de agua potable, comida y medicamentos. Fue después de una semana y gracias a la gran presión internacional cuando el gobierno permitió que las organizaciones hicieran su trabajo.

Siete años más tarde un nuevo ciclón, el Komen, se está ensañando con la población birmana. Las lluvias no han cesado y hay cientos de aldeas que permanecen inundadas. En esta ocasión, el nuevo gobierno parcialmente civil, ha permitido la ayuda de las ONGs desde el primer momento.

Colabora Birmania, en la medida de sus posibilidades y gracias a las contribuciones de emergencia recibidas, ha repartido agua potable y comida para 200 personas en la aldea de Nyoung Tone, en la región de Ayeyarwady.