«Me llamó la atención que no se escuchara un solo lloro»
Nuestro viaje a Tailandia tenía una misión: rodar un videoclip en el que intervenían niños de una escuela de desplazados birmanos, pero supuso algo más. Fue una experiencia de eso que se menciona tanto ahora: «crecimiento personal». El término no me gusta porque está contaminado de esa lógica de mercado en la que todo aspira a crecer indefinidamente, pero no encuentro uno mejor. El crecimiento como casi todo lo importante no se enseña sino que se aprende. Y en este caso lo aprehendimos del aire que respirábamos.
Me llamó la atención que en una escuela en la que conviven cuatrocientos niños no se escuchara un solo lloro, pelea o rabieta en los días en los que estuvimos. Padecían un brote de solidaridad desconocido aquí. Quizá las duras condiciones en las que viven les hacen ir a lo esencial y concederse caprichos mínimos. Destaco el trabajo de nuestros dos actores, Akaso y Sa Puke. Con tres y once años tenían una madurez y disciplina insólitas, sin dejar de comportarse como lo que son: niños.
Capítulo aparte merecen los elefantes traídos en secreto desde Birmania por exguerrilleros karen. Creo que la mitad de la aldea miraba desde el puente como los niños los lavaban en el río, y dieron que hablar durante días. Recuerdo también parte de nuestro rodaje en el templo de Mae Kua Lung, en donde los monjes colaboraron por sorpresa sin hacer preguntas, ni siquiera el objeto del vídeo en el que iban a salir.
Sobre el trabajo de Colabora Birmania me quedo corto de cualquier forma, lo único que puedo es darles la enhorabuena, las gracias y expresarles mi admiración por hacer posible que niños con historias muy difíciles tengan oportunidad de ir a la escuela.
Jorge y Tania